Cementerio de La Recoleta


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Junín 1760 - Horario Lunes a Domingo de 7,00 a 17,45

Reglas ceremoniales

En septiembre de 2004 se presentó en el Museo Histórico, una muestra denominada "Memoria de Ausencias" y en ella pudieron apreciarse diversos elementos que participaban de la pompa y ceremonias funerarias.

Fueron exhibidas imágenes y objetos que tienen que ver con aquellos momentos de la vida del ser humano que tienen especial fuerza simbólica en el proceso de identidad -como los primeros años de vida, la comunión, el casamiento, la muerte... y con las pautas culturales generadas en torno a ellos.

Se hizo un especial hincapié en el tema de la muerte, ya que constituye un claro ejemplo de cambio de hábitos sucedido en pocas décadas.

Parte del guión museográfico basado en la publicación realizada por Daniel Imfeld denominada "Un lugar para la memoria" y los objetos e imágenes relacionados a cortejo y pompa fúnebre fueron facilitados en préstamo por las familias Rosso y Rossetti.

El luto, la pompa y los bemoles silenciosos

El arquitecto José María Peña al analizar este tema sostuvo que hasta mediados del siglo XX la muerte de un familiar cercano obligaba a cumplir con una serie de normas muy estrictas que parecía intensificar aún más el dolor por la pérdida del ser querido. Las puertas entornadas, la ropa y sus accesorios de color negro y la prohibición de escuchar música, eran algunas de las exigencias.

La muerte de un familiar, además de la pena natural, significaba un período diferente de vida dentro de las relaciones sociales.

Los ritos del luto

Si bien las costumbres eran conocidas y aceptadas, lo que podríamos definir como los ritos del luto estaban perfectamente explicitados en los tratados de urbanidad.
De la casa mortuoria se alejaba a los niños; debía reinar el más profundo silencio.
Había que caminar de puntillas y hablar en voz baja: la vida parecía momentáneamente suspendida en la casa.
El silencio, de acuerdo con los tratados y la memoria de los mayores, fue un dogma indiscutido.

Cortejo y pompa fúnebre

Traslado a la última morada: los actuales cortejos fúnebres con sus automóviles, son un pálido reflejo del despliegue que se realizaba hasta mediados del siglo XX.

Las carrozas

El elemento principal del cortejo fúnebre, como hecho visual, eran las carrozas. Dos yuntas de caballos negros tiraban de estas.
Detrás de ellas se colocaban las que llevaban las flores, y por último los carruajes que transportaban a los familiares y demás deudos y amigos.
Los coches fúnebres color blanco estaban reservados a los chicos; por esa causa en su ornamentación aparecían profusamente, querubines y angelitos. Los penachos de plumas eran también blancos.

Velatorios y entierros

Velorios y sepelios han tenido y tienen distintas características, según el medio social, las diferentes regiones del país y la creencia religiosa del finado y su familia.

En el Norte, era común contratar a lloronas, a cuyo cargo estaban las clamorosas lamentaciones y los mares de lágrimas.

El velorio del angelito -el de un niño del que se suponía que por su corta edad era inocente, libre de pecado, y en consecuencia, candidato a trasladarse directamente al cielo- duraba a veces varios días, y hasta se prestaba el angelito para hacer velorios en otros sitios, una ocasión de fiesta.

Hasta no hace tanto, parecía una ofensa al finado no velarlo en su propia casa. Hoy se han generalizado los velatorios en las casas mortuorias que realizan todo el servicio de sepelio.


La ropa

El uso de ropa negra y la eliminación de las alhajas para las mujeres era muy estricto.

Todas las grandes tiendas tenían una sección dedicada al luto y por supuesto aparecía en sus catálogos.

Los hombres, por su parte, debían también usar traje negro, siendo insustituible la corbata de ese color. Durante los años 20 se usaron los sombreros "rancho", de paja color negro. El cambio más notorio en la vestimenta masculina llegó a fines de los años 30' y en la década del 40'. El negro total fue reemplazado por una ancha banda negra, llamada brazal, que se colocaba en la manga izquierda del saco, o una cinta negra que se extendía del ojal hasta el borde de la solapa.

Ante la pérdida de padres, esposos, hermanos o suegros, las mujeres vestían el primer año luto riguroso, tanto en la casa como para salir; con el agravante de que en este segundo caso los vestidos debían ser de mangas largas y las manos enfundadas en guantes. Sombrero negro, con crespones en la parte posterior de una o dos colas, y tul en la parte delantera que caía ocultándole el rostro.

Al segundo año, llamado de "medio luto", se quitaban los guantes, los crespones del sombrero, y podían utilizar alguna prenda blanca o gris.

La rigidez en materia de vestimenta femenina obligaba a no pocos sacrificios económicos, en cuanto a la renovación del vestuario "para salir". Respecto a la ropa usada en el hogar, por lo general era la que ya poseían y que en este caso teñían de negro en la propia casa mediante el empleo de anilinas, y que en la casi generalidad quedaban arruinadas por no lograrse un tono uniforme.

Siendo muy pocas las mujeres que desempeñaban actividades fuera del hogar, se puede decir que vivían una clausura casi total. Sólo salían para efectuar compras o bien para asistir a actos religiosos. Ello fue motivo de que algunas jóvenes quedasen solteras, pues al superponerse varios lutos debieron vivir largos años sin poder salir, y que por vivir en el campo quedaron imposibilitadas de tener trato social con personas de otro sexo.

Los hombres gozaban de una mayor libertad debido a sus compromisos laborales y deportivos. Pero tanto a las mujeres como a los hombres, les estaba vedado asistir a espectáculos públicos o escuchar en sus hogares música de radios o vitrolas, durante períodos que variaban según el grado de parentesco con el fallecido.

Nota publicada en el diario La Opinión (Rafaela) el 9 de noviembre de 2004.

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